Viajar en familia: una gincana antes de la magia 🌟

Ser madre es como participar en una maratón diaria, pero con un detalle importante: ¡nadie me dio un dorsal! Esta semana, entre preparar el viaje a Disneyland París y lidiar con la operación "hazlo todo antes de irte", siento que me estoy ganando el premio a la madre multitarea del año... o al menos a la que tiene la agenda más caótica.


                                      

La rutina (im)perfecta

Mi día empieza antes de que el sol se digne a salir, bueno... o con una patada de mi hijo Mario porque sigue invadiendo mi cama. Mientras preparo los desayunos, organizo mochilas y trato de recordar si hoy tocaba llevar el ukelele para Chloe o las deportivas para Educación física, me pregunto: ¿Cuándo me clonaron sin avisarme?

Después, salgo disparada al trabajo y dejo todo listo para que mi suegra entre en acción. Ella es quien se encarga de despertar a mis hijos y llevarlos al colegio. Entre nosotros, ¿Cómo se lo paga uno a una suegra así? ¿Flores? ¿Bombones? ¿Un monumento?

A las 16:00 salgo de trabajar, justo para recoger a mi tropa del colegio a las 16:30 y el caos se reinstala en casa: Mario con su energía infinita y Chloe, mi pequeña artista, peleándose con las raíces cuadradas o las fracciones. A veces me pide ayuda, y claro, ¿Qué hago yo? Abrir Google y rezar para que la búsqueda no incluya más palabras de las que entiendo.

Por supuesto, hay días con extraescolares, parece que participo en una gincana de “¡Corre que no llegas!”.

El caos pre-viaje

Como si la rutina diaria no fuera suficiente, estamos a días de salir de viaje a Disneyland París. ¡Ilusión nivel mil! Pero claro, antes viene la lista interminable de cosas por hacer:

  • Las uñas: Porque no puedo saludar a Mickey con las manos hechas un desastre.
  • El tinte: Mi pelo ya parece una declaración de intenciones de "madre sin tiempo".
  • Mario al peluquero: Como soy un desastre, me presento en la peluquería el día que no es. Me ve el peluquero, me mira con cara de "¿Qué hace aquí esta mujer? ¿Tenía hora hoy?" y yo, con cara de "Madre mía, ¿qué he hecho ahora?", pensando que seguro me he equivocado de día. "¿Hoy? ¡No, claro que no! ¡Es que me he metido en la cabeza que era hoy y ni miré la agenda, y eso que me lo apunto todo!", le suelto, como si eso fuera a solucionar algo. "Ahora te lo cojo", me dice el peluquero, y menos mal, porque no quedaban más días antes de irnos para llevarlo.

Eso sin contar las maletas. ¿Es posible que los niños necesiten más ropa para una semana que yo para un año? Y lo peor de todo: hace una semana que tengo las cuatro maletas por casa, supuestamente para ir preparándolas poco a poco. Pero, claro, hoy es miércoles y no he metido ni una jersey. Todo sigue por medio, la ropa desparramada por ahí, como si fuera parte de la decoración. ¡Y lo peor es que el sábado nos vamos! Me pilla el toro.

Entre tanto, Max, nuestro golden retriever, me sigue por toda la casa con cara de "¿Y yo qué? ¿Dónde están mis orejas de Mickey?". Pero él también tiene su planazo: se va al criadero donde nació, allí lo cuidan como a un rey.

 

La ilusión en medio del caos

Entre listas interminables, el estrés de no olvidarme nada y las carreras de última hora, hay algo que no puedo negar: estamos ilusionadísimos. Es como estar en una montaña rusa de emociones (sin FastPass): nervios, alegría, más nervios… pero todo por esos momentos inolvidables en familia.

Porque al final, todo el caos vale la pena. Las risas, las fotos con personajes, las caras de mis hijos cuando vean el castillo iluminado… Eso es lo que hace que todo este trajín tenga sentido.

 

¿Y tú? ¿Cómo sobrevives al caos?

Por eso escribo este post. Para que sepas que no estás sol@ al final todos acabamos haciendo magia para cuadrar el día. ¡Comparte tus anécdotas! ¿Cuál ha sido tu momento más "¡tierra, trágame!" como madre o padre esta semana? Me encantaría leeros y reírnos juntos de esta locura que es la crianza.

Y si te ha gustado este post, ¡compártelo! Nunca sabes a quién podrías animar en medio de su propio caos.


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